Esta fue la respuesta de Javier Beltrán, Gerente del Departamento de Servicio Técnico y Servicio al Cliente de Sofasa a mi Carta abierta al presidente de Sofasa sobre accidente en Renault Sandero, publicada en días pasados, en la que se reclamaba sobre la respuesta de un vehículo de la compañía, en un accidente automovilístico que sufrí en el municipio de Rionegro
Autor: carlosnaranjo
Carta abierta al presidente de Sofasa sobre accidente en Renault Sandero
Medellín, 20 de enero de 2013
Señor
Luis Fernando Peláez
Presidente Sofasa S.A., Renault
Envigado
Asunto: Carta abierta al Presidente de Sofasa sobre accidente Sandero
Reciba un afectuoso saludo. Le escribo pues me preocupa la seguridad de uno de los automóviles que su empresa fabrica y que circula ampliamente en el territorio nacional, el Renault Sandero, después de un reciente accidente que sufrí el 30 de diciembre pasado en el cual fui embestido por un camión de la empresa de helados YomYom cuando me encontraba detenido en un pequeño trancón en Llanogrande en el municipio de Rionegro, Antioquia.
Mi automóvil, un Renault Sandero Dynamique modelo 2011, con placas MOY071, fue impactado por detrás por el camión de la empresa mencionada con placas TMY248 a una velocidad aproximada de 60 km/h y fue lanzado hacia adelante, golpeando el automóvil Mazda 323 con placas MLH365 que se encontraba en frente, como consta en el informe de comparendo de tránsito 05615000000003070718 del citado municipio. Durante el accidente el espaldar de mi silla, la del conductor, se fue totalmente hacia atrás y ninguno de los dos airbags se abrió.
En la silla de atrás viajaban mis perros. Un labrador y una pastor alemán que por fortuna no parecen tener contusiones de consideración pero que seguramente de tratarse de una persona, habría por lo menos sufrido fracturas a nivel de las piernas o la cabeza, dependiendo de la sincronización de los golpes y contragolpes que se presentaron. ¿Sabe? yo quiero tener hijos pero seguramente de ir en la silla de atrás, su padre les hubiera caído encima aplastándolos. ¿Es esto normal en los vehículos Renault?
En mi vida automovilística he tenido 3 carros, todos Renault y reconozco en Sofasa una buena empresa que da trabajo digno a muchos coterráneos, pero con preocupación he escuchado luego de compartir mi historia con familiares y amigos, que los airbags de los Renault suelen no abrirse en los accidentes. No lo creo y por eso le escribo.
Escribí a la página oficial de Facebook de Renault solicitando se me explicara si esta era una respuesta esperada para el accidente o cuales eran las condiciones para que se activaran los mecanismos de seguridad y a pesar de que se me dijo que se me contactaría hasta hoy no he obtenido respuesta por lo que decidí escribirle y enviar un derecho de reclamación con copia a la Superintendencia de Industria y Comercio. El automóvil está en comité para ser declarado en pérdida total por Sura Autos y actualmente se encuentra en custodia de la compañía aseguradora.
Más allá de éstas consideraciones me parece fundamental que se revise la seguridad del Renault Sandero y se llamen a revisión a los propietarios de estos vehículos en caso de que se encuentre alguna falla, de modo que se puedan evitar acontecimientos similares a los que padecí o en los que se pierdan las valiosas vidas de los ocupantes del vehículo.
Sinceramente,
Carlos Andrés Naranjo Sierra
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Contaminación visual, el mal ejemplo de la Alcaldía de Medellín
Por: Carlos Andrés Naranjo Sierra
Al recorrer las calles de Medellín, parece cierto aquello de que la
norma se hizo para todos menos para quien la hizo. Es decir, las leyes
las cumplen los particulares pero no el Gobierno. En este caso el
municipal. Las normas de publicidad exterior las deben cumplir las
empresas privadas pero no la Alcaldía de Medellín.
La legislación nacional sobre publicidad exterior prohibe expresamente
la colocación de vallas en vias nacionales como la Avenida del Río por
considerarla una vía de alto riesgo debido a la valocidad de los
automotores. Igualmente tampoco deben colocarse vallas en zonas
residenciales como sucede con las salidas de algunos colegios y
universidades donde casualmente aparecen muchas vallas del Municipio. La
administración pública lo sabe, pues así se lo hace cumplir
permanentemente a los particulares a través de la Oficina de Espacio
Público pero cuando se trata de colocar una valla de la Alcaldía el
mensaje se trata bajo el seudónimo de «mensaje oficial» y no
publicitario, con lo cual prácticamente puede colocar su valla donde
le de la gana, haciéndole hábilmente el esguince a la norma.
Podría decirse que el asunto no es de contaminación visual sino de
contenidos. Unas vallas, las oficiales, supuestamente merecen un
tratamiento especial pues sus mensajes son de carácter público. Pero
ante este argumento primero habría que preguntarse porqué en la norma
se esgrimen argumentos de tipo arquitectónico y de seguridad vial para
prohibir el uso de publicidad exterior a los particulares en ciertos
sitios. Y segundo ¿es menos grave un accidente automovilístico si es
causado por un mensaje contra la anorexia que si es causado por un
mensaje de un refresco?
También cabría la posibilidad de preguntarles a los miles de
trabajadores de las empresas privadas, que mantienen sus empleos
gracias a las ventas que ayudan a producir las vallas comerciales, si
el trabajo que tienen para mantener sus familias no les parece un
asunto de interés público o si les parece menos importante que las
campañas proselitistas de la administración Fajardo, Salazar o Gaviria.
Estoy de acuerdo en que el exceso de publicidad exterior va en
detrimento de la calidad de vida de los habitantes de una ciudad y de
la misma publicidad, por lo cual hay que tratar de mantener unas
cuantas especificaciones técnicas, pocas en lo posible, para el uso de
las vallas. Es por eso que no entiendo como un mensaje puede
considerarse contaminante si es privado y concientizante si es
oficial. Tal filosofía tiene un peligroso tinte antidemocrático en el
que el gobierno determina un criterio de justicia para sus gobernados y
otro muy diferente para sí mismo. Uno más de los peligros de ser juez y
parte.
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